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Posts Tagged ‘las mujeres’

El hombre es un animal salvaje

8 junio, 2011 Deja un comentario

El hombre es en el fondo un animal salvaje, una fiera. No le conocemos sino domado, enjaulado en ese estado que se llama civilización. Por eso retrocedemos con terror ante las explociones accidentales de su naturaleza. Que caigan, no importa cómo, los cerrojos y las cadenas del orden legal, que estalle la anarquía, y entonces se verá lo que es el hombre.

(Schopenhauer, Arthur, en La política, el hombre y la sociedad, de El amor, las mujeres y la muerte y otros ensayos)

Las religiones son necesarias para el pueblo

8 junio, 2011 Deja un comentario

No contento con los cuidados, aficiones y apuros que le impone el mundo real, el espíritu humano crea para sí otro mundo imaginario bajo la forma de mil supersticiones diversas. Éstas le preocupan de todas maneras; les consagra lo mejor de su tiempo y de sus fuerzas, en cuanto el mundo real le permite un sosiego que no es capaz de saborear. (…) El hombre se forja a su imagen demonios, dioses y santos, que exigen a cada momento sacrificios, rezos, ornamentos, votos formados y cumplidos, peregrinaciones, reverencias, cuadros y adornos, etc. Ficción y realidad se mezclan en su servicio, y la ficción obscurece a la realidad. Todo suceso de la vida se acepta como una manifestación de su poder.

(Schopenhauer, Arthur, en La religión, de El amor, las mujeres y la muerte y otros ensayos)

La moral no se enseña

8 junio, 2011 Deja un comentario

La moral no se enseña, como tampoco el genio. La idea que se tiene de la virtud es estéril, y no puede servir más que de instrumento, como las cosas técnicas en materia de arte. Esperar que nuestros sistemas de moral y nuestras éticas puedan formar personas virtuosas, nobles y santas, es tan insensato como imaginar que nuestros tratados de estética puedan producir poetas, escultores, pintores y músicos.

(Schopenhauer, Artur, en La moral, de El amor, las mujeres y la muerte y otros ensayos)

El poeta

7 junio, 2011 Deja un comentario

El poeta es el hombre universal. Todo lo que ha agitado el corazón de un hombre, todo lo que la naturaleza humana ha podido experimentar y producir en todas circunstancias, todo lo que habita y fermenta en un ser mortal, ese es su dominio, que se extiende a toda la naturaleza. Por el poeta lo mismo puede cantar la voluptuosidad que el misticismo, ser Angelus Silesius o Anacreonte, escribir tragedias o comedias, representar los sentimientos nobles o vulgares, según su humor o su vocación. Nadie puede mandar al poeta que sea noble, elevado, moral, piadoso y cristiano, que sea o deje de ser esto o lo otro; porque es el espejo de la humanidad y presenta a esta la imagen clara y fiel de lo que siente.

(Schopenhauer, Artur, en El arte, de El amor, las mujeres y la muerte y otros ensayos)

El dolor es necesario

7 junio, 2011 Deja un comentario

No obstante, así como nuestro cuerpo estallaría si se le sustrajese de la presión de la atmósfera, así también si se quitase a la vida el peso de la miseria, de la pena, de los reveses y de los vanos esfuerzos, sería tan desmedido en el hombre el exceso de su arrogancia que le destrozaría, o por lo menos le impelería, a la insensatez más desordenada y hasta a la locura furiosa. En todo tiempo necesita cada cual cierta cantidad de cuidados, de dolores o de miseria, como necesita lastre el buque para tenerse a plomo y navegar derecho.

(Schopenhauer, Arthur, en Los dolores del mundo, de El amor, las mujeres y la muerte y otros ensayos)

Si se le concediese al hombre la vida eterna…

7 junio, 2011 Deja un comentario

La individualidad de la mayoría de los hombres es tan miserable y tan insignificante, que nada pierden con la muerte. Lo que en ellos puede aún tener algún valor, es decir, los rasgos generales de la humanidad, eso también subsiste en los demás hombres. A la humanidad y no al individuo es a quien se le puede asegurar la duración.

Si se le concediese al hombre una vida eterna, la rigidez inmutable de su carácter y los estrechos límites de su inteligencia le parecerían a la larga tan monótonos y le inspirarían un disgusto tan grande que para verse libre de ello concluiría por preferir la nada.

Exigir la inmortalidad del individuo es querer perpetuar un error hasta el infinito.

(Schopenhauer, Arthur, en La muerte, de El amor, las mujeres y la muerte y otros ensayos)